La iniciativa firmada por siete diputados será discutida y aprobada la próxima semana por el pleno de la Cámara
autonómica. Una buena noticia para nuestra Comunidad Judia de
Galicia.
Ante las dudas que estos dias nos plantean,pasamos a relatar un pequeño
resumen sobre los enterramientos de las Comunidades judías.
Mientras un cementerio “habla” de la presencia
de su comunidad, sus lápidas sepulcrales “informa” sobre sus miembros.A través
del epitafio podemos saber si el que yace debajo de ella falleció joven o
viejo, de donde vino y en que época vivió.A través del epitafio podemos
descubrir si dejó hijos, cónyuge o padres, a veces cuanto dolor produjo su
partida.Aceptando que podemos saber de la vida de una persona a través de su
lápida, podemos entender porque uno de los nombres que en hebreo se da al
cementerio es bet-jayim, casa de la vida; otros
son bet-kvarot, casa de tumbas, y bet-almayan, casa de almas.
Para introducirnos de una manera completa en el
tema de los cementerios judíos sería interesante tocar la fascinante visión de
la filosofía judía sobre la vida y la muerte, las normas y costumbres que rigen
el ritual funerario y el luto, y la relevancia comunitaria de, la JevráKadisháJesed Ve-Emet, una organización que existe
en todas las comunidades judías desde la antigüedad, que se hace presente tanto
en momentos festivos como luctuosos. En estos últimos,los miembros de la Jevráse se encargan de la preparación del cuerpo del
fallecido para su entierro y del ritual que le sigue.
La primera referencia en la Torá a una sepultura
es la de la matriarca Sara, a cuyo efecto su viudo, Abraham compró una cueva en
la ciudad de Hebrón, la meará hamajpelá.
Esta cueva se convirtió en el panteón familiar de los patriarcas, con excepción
de Raquel, quien murió en el camino de Belén, trayendo como consecuencia otra
primera referencia en la Torá, la de un monumento funerario.
Llama la atención que los judíos sefardíes de
origen marroquí continúan hasta hoy llamando meará, cueva, al
cementerio. Ir al cementerio es “subir a la meará”, el “subir”
se puede referir a que en la mayoría de las ciudades de Marruecos los
cementerios se hallaban en colinas.
La costumbre de enterrar a los muertos en cuevas
la mantuvo el pueblo judío hasta entrada la era común. Los evangelios
cristianos cuentan que Jesús de Nazaret fue sepultado en una cueva cuando fue
bajado de la cruz, justo antes del atardecer, en vísperas del shabat, el día de descanso, que de haber comenzado,
habría impedido mover el cuerpo de donde estaba, según la ley judía.De esa
época se han encontrado osarios de piedra, que hacen suponer que transcurrido
un tiempo del fallecimiento, los restos eran depositados en estos cofres
mortuorios. Pero es tras la destrucción del Segundo Templo de Jerusalén en el
siglo I, y el comienzo de la era talmúdica, cuando se adoptó la costumbre
babilónica del entierro del cuerpo directamente en tierra y se fijaron las leyes
sobre el ritual funerario,las cuales, salvando ciertas costumbres que varían de
una región a otra, se siguen hasta hoy en día.
El Cementerio del Monte de los Olivos en
Jerusalén, es testigo mudo de la presencia judía en la capital de Israel, desde
sus primeros tiempos. Con más de 2.500 años, es el cementerio judío más antiguo
del mundo aun en uso, y con sus más de 150.000 sepulturas es también el más
extenso. En su parte más antigua se hallaron lápidas del siglo I, dispuestas horizontalmente,
simulando un altar o un pequeño tabernáculo, un modelo que se replicará en
todos los cementerios judíos de Israel, medio oriente y el norte de África.Fue parcialmente destruido durante la ocupación
jordana de Jerusalén entre 1948 y 1967.
Las tumbas judías más antiguas de Europa se
encontraron en las catacumbas de Roma. Hay que tomar en cuenta que la diáspora
judía en el centro de Europa, donde se desarrolló el judaísmo askenazí, estuvo
marcada por la restricción, la persecución, la expulsión y la destrucción. Esto
ocurrió también en la España que dio origen a los sefardíes. No se conservan
cementerios judíos en Europa anteriores al siglo X pero abundan lápidas
sepulcrales que fueron encontradas dispersas en los lugares más insólitos, como
carreteras o estructuras de viviendas.
El famoso cementerio judío de Praga,que algunos
llaman el más viejo de Europa, se menciona por primera vez en 1278, aunque
seguramente ya estaba en uso desde mucho antes. Este cementerio es un buen
ejemplo de las condiciones de vida en el gueto medieval. Ante la imposibilidad
de crecer en extensión, tuvo que crecer en altura, llegando a tener en ciertas
partes hasta doce niveles de sepulturas, separadas entre sí por capas de tierra
de una altura mínima de unos 60 cm, seis tefajot, una medida
bíblica, como establece la ley judía en esa materia. Eso explica la adopción de
la lápida vertical, y la yuxtaposición de varias sobre una misma fosa. La
lápida vertical será la norma en los cementerios askenazíes de toda Europa,
muchos de los cuales fueron arrasados por los nazis y sus colaboradores durante
el Holocausto.
En el norte de África, bajo dominio musulmán,
los judíos vivieron alternadamente épocas buenas y malas. El cementerio judío
de Tetuán probablemente fue establecido después de la expulsión de los judíos
de España en 1492.El espacio no era una limitación en Marruecos, lo que
permitió mantener la tradición que venía de la antigüedad de la lápida
horizontal, elevada como un altar o a ras de suelo, y en algunos casos con
cierto antropomorfismo. Estos dos cementerios, Praga askenazí y Tetuán
sefaradí,además de su valor histórico, sirven para hacer notar la fuerza de la
tradición en el judaísmo, incluso a la hora de erigir las lápidas de los
fallecidos
Los rabinos establecieron que la inscripción de
la lápida debe ser en bajo relieve y basta con que registre el nombre hebreo
del difunto y la fecha hebrea de fallecimiento. Puede incluirse el nombre
secular y la fecha gregoriana de deceso, así como un epitafio, aunque algunos
rabinos recomiendan minimizar esto último.El empleo de
imágenes humanas en las sepulturas está prohibido, pero se permite el uso de
motivos animales y florales, y de símbolos. Los más frecuentes son el árbol
truncado en la lápida de un joven, las manos extendidas para un cohen, descendiente de la clase sacerdotal, e
instrumentos que se asocien al oficio del fallecido, por ejemplo tijeras en la
lápida de un sastre. Pero esta práctica cayó en desuso y a partir de la segunda
mitad del siglo XX la estrella de David es prácticamente el único símbolo que
aparece en las lápidas judías.